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Channel: Cristianismo – Josué Ferrer.
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La religión de la paz.

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¡Cuántas veces hemos escuchado aquello de que el islam es la religión de la paz! Bien pareciera que fuera la religión de la guerra porque el mundo islámico está en guerra contra Israel (que son judíos); contra Estados Unidos (protestantes); contra Filipinas (católicos); contra Rusia (ortodoxos); contra China (ateos); contra India (hindúes); contra Tailandia (budistas); contra Papúa Nueva Guinea (animistas) y contra África (religiones tradicionales). Pero lo que es más significativo aún: el islam está en guerra contra sí mismo en una eterna lucha de sunitas y chiítas que dura ya más de mil años. Posiblemente el islam sea la religión de la paz. Pero la de la paz de los cementerios, la que sigue a la aniquilación del enemigo.

Dice el Corán: “Cuando te encuentres infieles mátalos y haz con ellos una carnicería” (Sura 47 versículo 4).  El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, declaró: “Si Alá quiere, ¿qué conquistará el islam? El islam conquistará todas las cimas de todas las montañas del mundo”. Cuando se leen citas como éstas, se entienden mucho mejor las cosas. Como el mundo entero pertenece a Alá, el islam ha de conquistar el mundo entero (por las buenas o por las malas) y acabar con los infieles. A partir de ahí se entiende todo. El islam no es tanto una religión sino más bien un sistema político-religioso que está en lucha con el resto del mundo desde los tiempos del profeta Mahoma. De ahí tanta guerra.

Yo no creo que el islam sea sinónimo de terrorismo, la verdad. Hay 1500 millones de musulmanes en el mundo. Si de ellos sólo el 1% fuera terrorista estaríamos hablando de 15 millones de terroristas. Si sólo el 0,1% fuera terrorista estaríamos hablando de 1,5 millones. Pero en realidad son sólo unos pocos miles. Lo que a mí me preocupa más bien es esa gran mayoría silenciosa que nunca condena el terrorismo porque en el fondo entiende, apoya o simpatiza con la violencia, esa mayoría silenciosa que no acepta principios básicos de nuestra civilización como libertad, democracia, derechos humanos, separación de iglesia-estado o igualdad de hombre y mujer. Y me temo que estos no son cuatro gatos sino la inmensa mayoría.

A mí me inquieta que Europa se esté llenando de musulmanes. El problema no es que abran mezquitas, que las mujeres lleven velo o que recen cinco veces al día a un dios equivocado. El problema es que en cuanto los mahometanos empiezan a ser una minoría influyente comienzan a decirte aquello de “Al profeta no le gusta la democracia, y a Alá tampoco. Mejor derogamos la Constitución y la cambiamos por la ley sharia”. Esto me preocupa enormemente, la verdad. Yo soy un tipo muy pacífico pero por la libertad estoy dispuesto a morir y estoy dispuesto a matar. No quiero que mi país vuelva a ser una dictadura nunca más. Y sinceramente, me parece muy significativo el erial democrático que siempre acaba rodeando al islam.

No voy a hablar de Arabia Saudita, Irán y las monarquías del Golfo Pérsico; porque aquello es viajar a la Edad Media. El problema es que incluso los países más democráticos del mundo islámico dejan mucho que desear: en Turquía hay elecciones porque manda el ejército; Indonesia es responsable del mayor genocidio indígena del mundo; y en Marruecos aún vas a la cárcel por repartir Biblias. El islam debe exorcizar sus demonios tal y como ha hecho el cristianismo. Pero seamos positivos: si la Iglesia Católica -tan presta y dispuesta a apoyar inquisidores, cruzadas y caudillos- ha acabado aceptando la democracia aunque sea a regañadientes, lo mismo podría ocurrir también con la media luna. Insha’Allah.



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